Se cumplen ocho siglos desde el nacimiento del rey que unió para siempre su corazón a la ciudad de Murcia.
Falleció en Sevilla en 1284, pero Alfonso X había escrito en su testamento que quería ser enterrado en el Monasterio de Santa María la Real de Murcia. Entonces, los albaceas del monarca, una vez reconocido rey a su hijo Sancho IV que había librado en guerra contra su padre, entendieron provocativo llevar en pompa y boato el cuerpo del Rey Sabio hasta Murcia. Se propuso entonces una solución intermedia, dejar el cuerpo en Sevilla y que el corazón fuera enterrado en Murcia.
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