La Torre de la Catedral
Desde un principio, existió una manifiesta intención en los canónigos de la diócesis de construir una torre más que sobresaliente en la Catedral de Murcia, como así consta en los escritos dirigidos a Mateo Lang, obispo de Cartagena desde 1512 a 1540. La culminación de la obra a finales del siglo XVIII, se traduce en una imponente presencia de La Torre que desde entonces invade toda la ciudad y la huerta, y además, rubrica el hecho de que consiguieron aquel objetivo marcado.
La obras de este majestuoso monumento comenzaron en 1519, año en que se iniciaron los trabajos de cimentación. El nombre de Francisco Florentin, maestro mayor de la Catedral entonces, aparece ligado a estos primeros trabajos y a la traza del monumento. La muerte de éste en 1522 dejó paso a otro artista de origen toscano, Jacopo Torni, conocido como Jacobo Florentino, o L’Indaco. Sustituyó al anterior como maestro de obras y plasmó su sello en ese admirable primer cuerpo de la Torre. Jacopo Torni, pintor y escultor formado en el taller de Ghirlandaio y colaborador de Miguel Ángel Buonarroti, decoró los muros y pilastras con motivos ornamentales, grutescos y guirnaldas, dando un carácter palaciego a las paredes de esta primera parte de nuestra monumental torre.
Tras el fallecimiento de L’Indaco en 1526, es nombrado maestro mayor el arquitecto y escultor de origen montañés Jerónimo Quijano, el cual da continuidad al segundo cuerpo de la Torre. Mantiene el mismo esquema general del ya construido, aunque con un visible detrimento en cuanto a la ornamentación de las pilastras, y decorando tan solo elementos como las hornacinas o ventanas. Las obras de este segundo cuerpo sufrieron algún retraso y finalizaron en 1545. En su interior se encuentra el Archivo Catedralicio donde se custodian importantes manuscritos históricos de Murcia. También se dieron por finalizadas las obras de la Sacristía de la Catedral, ubicada en el interior de la base de la Torre, trazada por Jacobo Florentín y magistralmente ejecutada por Quijano.
Tras la finalización del segundo cuerpo, aparecen ciertos problemas de tipo estructural que al parecer afectan en unos grados de inclinación en la construcción de la torre, que añadidos a otros de carácter económico, hacen paralizar las obras. No sería hasta comienzos del siglo XVIII cuando de nuevo el Cabildo comienza a plantearse la finalización de la emblemática Torre. Este proceso fue acelerado tras la culminación del majestuoso Imafronte y para ello se le encomienda a Pedro Fernández, sucesor de Jaime Bort, un proyecto para culminar la obra. Al parecer, este esbozo no satisfizo a los canónigos, y en 1765 convocaron un concurso al que se presentaron dos alternativas: una firmada por Juan de Egea y la otra por José López. Con disparidad de criterios en cuanto al coronamiento de la Torre, finalmente se retoman las obras con José López al frente, el cual corrige la ligera inclinación hacia Levante compensando con una mayor carga en los bloques de Poniente. De esta manera finaliza el tercer cuerpo, lugar donde está ubicado el reloj.
El siguiente cuerpo, denominado de los Conjuratorios, está enmarcado por cuatro pequeños palacetes de planta rectangular, rematados con torres piramidales y coronados con las imágenes de los cuatro Santos de Cartagena: San Fulgencio, San Leandro, San Isidoro y Santa Florentina. En esta estancia de la Torre es donde se conjuraban, con ayuda del Lignum Crucis, las tormentas o epidemias que amenazaban a la población. Entre los Conjuratorios se alza el cuerpo de las campanas, con elegantes líneas decorativas cercano a un estilo rococó donde se ubican 20 de ellas. El sonido de estas campanas tuvieron una influencia muy directa en el devenir de la vida cotidiana de los murcianos. Fundidas en bronce y todas ellas bautizadas con un nombre, destacan por su tamaño y peso las llamadas Santa Agueda y Madre de Dios, ambas fundidas en 1790 y con 6.420 kilos y 4.722 kilos respectivamente.
Para afrontar el remate final de la obra propuesto por Pedro López, volvieron a surgir las dudas que se plantearon al presentar los proyectos. Ante tal disyuntiva, el Cabildo solicitó asesoramiento a la Real Academia de San Fernando. Fue entonces cuando interviene el arquitecto Ventura Rodríguez para la culminación de la Gallarda Torre, y resuelve con una cúpula octogonal abovedada, con claras influencias de Bruneleschi, con una linterna de coronamiento. De esta manera, fueron culminados los trabajos por Pedro Gilabert en el año de 1793.
El monumento se convirtió desde entonces en todo símbolo de la ciudad de Murcia, no solo religioso, sino también urbano. La Torre es una gran insignia con 98 metros de altura que la hacen visible desde varios kilómetros a la redonda. Sus bloques de piedra, con más de 20.000 toneladas de peso, están dispuestos y tallados a lo largo de tres siglos que representan varios estilos arquitectónicos. Todo este catálogo de particularidades expuestas en estas líneas, bien pudieran ser más que suficientes para otorgar a la Torre más grande de toda la Cristiandad (cuando así fue concebida) ese carácter monumental extensible a todo el conjunto de la Catedral, y porqué no decirlo, digno de ser calificado como Patrimonio de la Humanidad
Referencias bibliográficas:
"Arte en la Región de Murcia". Crsitobal Belda Navarro, Elias Hernández Albadalejo.
"La Catedral de Murcia (Torre y Campanas)". MVRGETANA. Antonio de los Reyes.
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