Hermosa galana de nacimiento,
divina majestad de estirpe toscana,
gigante atalaya, seña cristiana,
la guía más grande del firmamento.
Se cumplen ocho siglos desde el nacimiento del rey que unió para siempre su corazón a la ciudad de Murcia.
Falleció en Sevilla en 1284, pero Alfonso X había escrito en su testamento que quería ser enterrado en el Monasterio de Santa María la Real de Murcia. Entonces, los albaceas del monarca, una vez reconocido rey a su hijo Sancho IV que había librado en guerra contra su padre, entendieron provocativo llevar en pompa y boato el cuerpo del Rey Sabio hasta Murcia. Se propuso entonces una solución intermedia, dejar el cuerpo en Sevilla y que el corazón fuera enterrado en Murcia.
Escucha, amigo. Bulle la tartana,
crujen y verbenean verdes hojas
de la morera y tuércense en congojas
hilos de plata de una seda anciana.
Llamamos imafronte a la fachada principal de un templo, que generalmente se encuentra a los pies del mismo, en el lado opuesto a la cabecera. Suele ser la fachada y portada más importante, así como monumental y trabajada. En la Catedral de Murcia adquiere aún más relevancia ya que es también la imagen de la Ciudad y de la Diócesis.
Situada en la nave de la Epístola, la cuarta desde los pies, es una de las obras más importantes y llamativas de todo el conjunto catedralicio. Fue mandada construir en 1515 por Don Gil Rodríguez de Junterón, una de las personas más importantes que ha pasado por la Diócesis, tanto es así que ostentó el título de Arcediano de Lorca y el de Protonotario Apostólico del Papa Julio II, título que el propio Santo Padre le concedió.
Existe en la Catedral de Santa María la Mayor de Murcia una capilla dedicada a San Lucas, que fue declarada Monumento Nacional en 1928, y en la actualidad Bien de Interés Cultural. Su historia alimenta la leyenda, y su riqueza arquitectónica refulge de una manera sobresaliente. Fue a voluntad de Don Juan Chacón, Adelantado mayor de Murcia allá por 1491, el que. omitiendo el poder eclesiástico, obtuvo el permiso para su ejecución de los mismísimos Reyes Católicos. La idea era establecer en la Catedral un suntuoso enterramiento familiar, sirviendo al tiempo de un espacio donde perpetuar su linaje y sellar, a la vez, una impronta de autoridad y poder. Cuentan, que durante muchos años, en sus muros estuvieron colgando los pendones arrebatados a las tropas moriscas en la célebre Batalla de los Alporchones.
Esta monumental joya de orfebrería se conserva en el Museo de la Catedral de Murcia y cobra su principal protagonismo en la Solemne Procesión del Corpus Christi que cada año organiza el Cabildo catedralicio. El autor de tan magnífica pieza fue el toledano Antonio Pérez de Montalto, que entre otros muchos cargos fue miembro de la Cofradía de San Eloy, la cual congregaba a los orfebres de la ciudad imperial; Alcalde Ordinario de la ciudad de Toledo; y platero de la reina consorte doña Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV y madre de Carlos II.