El templo de San Nicolás de Bari de Murcia. Breve bosquejo histórico

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El objeto de este estudio es trazar la historia del templo desde su fundación, dedicado al santo de Bari merced a una particular devoción del rey Fernando III de Castilla. La iglesia de San Nicolás figura entre los ocho templos sobre los que se estructuró el proceso evangelizador de la ciudad tras la firma del Tratado de Alcaraz en 1243.

Murcia, como se sabe, había sido fundada como poblado islámico bajo el mandato de Abderramán II durante el siglo IX, por tanto, no será hasta el siglo XIII, cuando el avance en la Península Ibérica de los reinos cristianos de Castilla y Aragón, terminen por recuperar los territorios del reino de Murcia para su causa. Una vez firmado aquel pacto de vasallaje entre los representantes musulmanes de la ciudad y el infante Alfonso, hijo de Fernando III el Santo, y futuro Alfonso X de Castilla, el papa Inocencio IV, restablece la sede episcopal de Cartagena a finales de julio de 1250. Mediante la bula Spiritu exultante, el pontífice comunica la restauración de la sede y nombra obispo a fray Pedro Gallego, de la orden franciscana y confesor del propio infante[1]. Así, aquel mismo año, don Alfonso, establece de igual forma la dotación de la Iglesia de Cartagena[2].

La primera alusión que encontramos referente a la iglesia de San Nicolás en Murcia está datada en 1251. Se trata de un documento en el que Pedro Porcel, almojarife de Murcia, por el poder que el infante de Castilla, don Fernando, le había otorgado, da a censo a María Serrana de Teruel y a sus herederos de una tienda delante de la iglesia de San Nicolás de Murcia, por un maravedí de oro al año[3]. El documento da fe, por tanto, de que toda vez restaurada la diócesis en 1250, se implantan en la ciudad las primeras parroquias de culto cristiano. Durante época medieval, San Nicolás, así como el resto de parroquias de la ciudad, rebasarían los límites de lo religioso, y quedarían representadas y definidas en un marco geográfico limitado, pero como unas entidades políticas, administrativas, laborales y sociales. La parroquia sería, desde su conformación en el siglo XIII, un elemento aglutinante que caracterizará al barrio.

Poco se conoce de aquel primer edificio que albergó la iglesia de San Nicolás, aunque es sabido que se ubicó entre los muros de una antigua mezquita musulmana. Según Fuentes y Ponte, son dos fábricas, pertenecientes a distintos estilos, los que se construyeron con anterioridad al templo actual[4]. Aquel viejo templo medieval, con probabilidad de estilo mudéjar, sería remozado durante época renacentista, pero el devenir del tiempo, los agentes erosivos, incluidas las constantes riadas del Segura a las que fue sometido todo el territorio perimetral y urbano de Murcia, dejarían, en las postrimerías del siglo XVII, a la iglesia de San Nicolás en un estado ruinoso. Además, según el catedrático Juan Bautista Vilar, la verdadera causa de esta ruina se debió a la cesión del subsuelo en los puntos de fatiga máximo sobre los que descansaba el edificio, cuyas consecuencias hacía peligrar la misión de los contrafuertes. Ante estos indicios se imponía acometer una reforma integral de la edificación[5].

En el complejo contexto político, económico y social de finales del siglo XVII, se hacía difícil que los feligreses de la parroquia de San Nicolás de Bari pudieran costear semejante empresa. Nunca fue esta parroquia de las mejor dotadas económicamente, frente a las de mejor pujanza como la de Santa María, San Lorenzo o Santa Eulalia. Su censo, por debajo de los mil feligreses a finales del siglo XVI, y su bajo índice de población activa así lo refrenda[6]. De esta forma, para emprender las obras de restauración de aquella decrépita iglesia, se debió acudir a la generosa aportación de los feligreses más acaudalados. En las primeras décadas del siglo XVIII emerge entonces una figura definitiva para la reconstrucción del templo que nos ha llegado hasta la actualidad. Se trata de don Diego Mateo Zapata, médico innovador, tratadista y académico. Hijo de Francisco Zapata y Clara de Mercado, nació en Murcia y fue bautizado en la propia iglesia de San Nicolás el primer día de septiembre de 1664. La vida de este prócer y benefactor murciano estuvo marcada por unos procesos inquisitorios a causa de su ascendencia familiar judeo-portuguesa. Fue condenado por dos veces como presunto judaizante, la primera de ellas en 1692, cuya sentencia no llegó a cumplirse por falta de pruebas. La segunda fue en 1725, enjuiciado en la iglesia conventual de San Pablo de Cuenca, de la orden de predicadores. En esta segunda sentencia, además de un año de cárcel, se ordenó la confiscación de la mitad de sus bienes[7]. Zapata, durante los últimos años de su vida se dedicará por entero a sufragar los gastos de la reconstrucción de la iglesia murciana de San Nicolás de Bari.

Las obras se inician en 1736 bajo los preceptos del denominado barroco murciano, con su característica planta de cruz latina, gran cúpula en el crucero y capillas laterales comunicadas entre sí. Durante aquellos años, en Murcia se estaban construyendo también las iglesias de San Pedro y Santo Domingo, además del imafronte catedralicio. En San Nicolás, varios maestros locales intervinieron en la recomposición del edificio, entre otros, fray Antonio de San José, de la orden de los jerónimos y maestro mayor del obispado, a quien se le debe la autoría de la traza. A mediados de 1742 las obras se encontraban muy avanzadas a falta de pavimentar, decorar y levantar fachadas y torre. Zapata creyó oportuno entonces la intervención de un gran arquitecto, y para ello contrata en Madrid a Joseph Pérez Descalzo. En aquel contrato se especifican las condiciones para la ejecución de las obras. Se rubrica en el mismo que debía prevalecer un estilo acorde a lo ya ejecutado; las características de bóvedas y cubiertas del templo; las medidas de portadas y vanos; así como la colocación de la torre a los pies, en el mismo lugar que ocupaba la antigua[8]. A pesar de la confianza que Zapata había dispuesto en el arquitecto, trató de asegurarse que se cumplía lo firmado a través de la figura de José Antonio de Azcoitia, notario y representante de don Diego en la ejecución de las obras.

Joseph Pérez dota al edificio de un sistema combinado de cornisas y molduras acodadas y una decoración de rocallas en puntos específicos que hace que la escultura se adapte al esquema propuesto, en donde se alternan geometría y formas plásticas. La ejecución de la obra fue realizada por el maestro Lázaro, interviniendo en las yeserías José Ganga Ripoll. Además, el arquitecto Pérez, maestro de la Corte, aporta detalles de modas internacionales y de una arquitectura de estilo madrileño como bien se aprecia en la notable ejecución de la torre y en las portadas. En la ornamentación y los cerramientos se aprovecharon restos materiales de la fábrica anterior, como así lo atestigua el sillar colocado sobre el zócalo, cercano a la puerta del templo, con la inscripción latina: “L-PETRONIVS L-F-CELER”[9].

El 3 de octubre de 1743, el obispo don Juan Mateo López presidió la ceremonia de dedicación de la nueva iglesia de San Nicolás. Se descubrió también la lápida epigráfica, al pie del altar mayor, sobre la cripta de enterramiento del patrocinador de las obras, don Diego Zapata. De la totalidad del conjunto de la nueva iglesia de San Nicolás, las distintas capillas y todo el programa artístico decorativo, que bien merecerían ser objeto de otro estudio mucho más detallado, nos detenemos en dos elementos. Por un lado, el altar mayor, diseñado en Madrid y de autor desconocido. Este altar sustituye a otro anterior ejecutado en el siglo XVII por Pedro Joan Taengua, el cual fue reutilizado para ocupar el colateral del evangelio[10]. Predomina en el altar mayor su arquitectura con una ornamentación algo discreta, en el que se sucede una composición de elementos cóncavos, logrando así un efecto de cierta profundidad y volumetría. Recoge el retablo cierta influencia del imafronte de la Iglesia Catedral que durante aquellos mismos años estaba siendo ejecutado bajo la dirección de Jaime Bort. Lamentablemente, una gran parte de su imaginería se perdería durante la guerra civil española. Por otra parte, caben destacar también los dos grandes medallones que figuran sobre ambas portadas, en los que plasmó su sello el escultor Francisco Salzillo. De unos dos metros de altura, ambos se ejecutaron sobre piedra blanca en el taller del insigne murciano, en cuya devastación colaboró su hermano José Antonio, tal y como afirma Baquero Almansa[11].

Finalizada la obra de la nueva parroquial de San Nicolás y continuando de manera cronológica en este breve bosquejo histórico, documenta el estudio del catedrático Vilar que, durante el floreciente siglo XVIII murciano, la dotación patrimonial de la parroquia incrementó de manera considerable. Al margen de lo invertido por don Diego Zapata en alhajas y textiles para el nuevo templo, cabe destacar una custodia en oro, plata y piedras preciosas, firmada por el orfebre Muñoz de Madrid, y un sagrario de oro, el cual se conservó íntegro hasta la década de 1930[12]. También donaría a la parroquia diversas fincas urbanas y rústicas que dejarían considerables rentas durante algunas décadas. Así mismo, don Diego Zapata, entre aquellas valiosas donaciones de ornamentos, legaría a la parroquia dos bellos relicarios. Uno de ellos fue mencionado ya por don Juan Tudela en el número primero de esta misma revista, el cual conserva un fragmento de hueso de San Nicolás con su debido certificado de autenticidad, lacrado en color bermellón[13]. Entre las donaciones patrimoniales de otras familias como los Azcoitia, Córdoba-Riquelme, Samaniego-Arcaina, Carrión, condes de Villarreal o marqueses de Espinardo, es preciso destacar, entre algunas otras, una talla de la Inmaculada y un San José de Pedro de Mena. El Santísimo Cristo del Amparo, datado hacia 1739, y la efigie de María Santísima de los Dolores, cuya datación consta hacia 1771, y titulares de su venerable cofradía, relacionadas ambas con el taller de Salzillo, su autoría sigue siendo hoy objeto de alguna controversia. Ambas tallas han sido objeto de estudio detallado, publicado y firmado por el historiador Barceló López[14].

Durante siglo XIX, el contexto social y político conllevaría un periodo decadente que influyó, no ya en la parroquial de San Nicolas de Bari, sino todo el ámbito institucional y eclesiástico. En los primeros años de aquel siglo, durante la Guerra de la Independencia provocada por la invasión napoleónica, y ante el llamamiento de la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino, la parroquia de San Nicolás debió entregar gran parte de su plata, incluidas algunas joyas del legado de Zapata, para que una vez fundidas, fuesen enviadas a Sevilla con destino a la defensa nacional. Además, los intentos de la implantación de las nuevas ideas liberales con la consecuente caída del antiguo régimen, terminaría por agotar el sistema de rentas de las distintas diócesis y órdenes religiosas. Durante los periodos desamortizadores de Mendizábal y Madoz se incautarían las distintas fincas propiedad de la parroquia. A finales del siglo XIX, los pocos ingresos parroquiales procedían en aquella época de la Junta diocesana y del Ayuntamiento.

Ya en el siglo XX, la iglesia de San Nicolás fue fruto de distintos saqueos durante la Guerra Civil española. Cuenta el profesar Vilar que el templo fue convertido en herrería de mulos, rehabilitado al culto una vez pasada la contienda. En este triste episodio no debemos pasar por alto la inmensa labor que hizo la Junta Delegada de Incautación y Protección del Tesoro Artístico de Murcia, dependiente del Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad, la cual trató de mantener a salvo de aquellas hordas destructoras el inmenso patrimonio artístico murciano.

Desde entonces, como resultado de todos aquellos avatares, y sumado al inconsistente subsuelo murciano, el templo de San Nicolás ha debido ser intervenido en distintas ocasiones. En 1975, la operación más importante para la iglesia de San Nicolás consistió en la demolición de las viejas edificaciones adosadas a la misma. Tres años antes, la iglesia había sido declarada Monumento Histórico Artístico, lo cual favoreció que el edificio pudiera quedar completamente exento, tal y como hoy lo conocemos. Otros proyectos, como la restauración de las portadas principales en 1970, la construcción y colocación de vidrieras artísticas y la restauración de la torre de la iglesia en 1973, fueron dirigidos por el arquitecto Pedro San Martín Moro.

El último capítulo restaurador, hasta la fecha, ejecutado en la iglesia de San Nicolás se produce tras el colapso de la bóveda en 1986. Por iniciativa de la Consejería de Cultura y Educación se redactó el proyecto para la reposición de la bóveda. La intervención, dirigida por el arquitecto Javier Zueco Royo en el año 2001, debió de realizar trabajos de saneado en el interior y reparación de grietas y fisuras, así como la recuperación del estado original de la sillería de los zócalos en pilastras y contrafuertes.

Merced a todos los que contribuyeron en su construcción y su mantenimiento, a los feligreses y párrocos, se cumplen, por tanto, casi ocho siglos desde la fundación de la parroquia de San Nicolás de Bari de Murcia, y doscientos ochenta y un años desde que se consagrara el actual templo. Sumémosle, además, las cuatro décadas que la Venerable Cofradía del Santísimo Cristo del Amparo y María Santísima de los Dolores contribuye en la preservación de este inmenso legado, incrementado, además, por su rico patrimonio, para mayor gloria de nuestra Semana Santa y de Murcia.

 

[1] Rodríguez Llopis, M. Historia General de Murcia, Editorial Almuzara, Córdoba, 2008, p. 77

[2] Torres Fontes, J. “Documentos de Alfonso X El Sabio, en Colección de documentos para la historia de Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, Murcia, 2008, p. 27

[3] ACM, rollo 7737, perg. 19. El documento se encuentra microfilmado y se puede consultar en el Archivo General de la Región de Murcia. Código de referencia FR,ACM,R-1/1917

[4] Fuentes y Ponte, J. España Mariana, Provincia de Murcia, Lérida, 1880, p. 108

[5] Vilar Ramírez, J. B. “Zapata y San Nicolás de Murcia” en Mvrgetana XXXIV, Academia Alfonso X el Sabio, Murcia, 1970

[6] Chacón Jiménez, F. Murcia en la centuria del quinientos, Universidad de Murcia y Academia Alfonso X el Sabio, Murcia, 1979, p.185

[7] Según el estudio del profesor Vilar, tras aquella sentencia de 1725, Zapata alegó la dedicación de sus bienes a la restauración del templo parroquial de San Nicolás de Murcia para evitar su confiscación, lo que fue imposible de demostrar. Serían uno años después, reconciliado ya con la iglesia, cuando Zapata decide consumir gran parte de sus bienes a la restauración de esta iglesia parroquial.

[8] En el apéndice documental del citado estudio del profesor Vilar figura la transcripción del contrato, extraída del Archivo Municipal de Murcia, leg. 2.740.

[9] Tal inscripción epigráfica es ya mencionada por el Licenciado Francisco Cascales en sus Discursos Históricos de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Murcia, cuya primera edición data de 1621

[10] De la Peña Velasco, C. El retablo barroco en la antigua diócesis de Cartagena. 1670-1785, Murcia, 1992, p. 333

[11] Baquero Almansa, A. Catálogo de los Profesores de las Bellas Artes murcianos. 2ª Edición. Murcia, 1913, p. 214

[12] Vilar Ramírez, J. B. op. cit. p. 61

[13] Tudela García, J. “Reliquia de San Nicolás en su Parroquial de Murcia” en Los Azules nº1, Murcia, 2014, p. 77

[14] Barceló López, A. “Sto. Cristo del Amparo” en Los Azules nº10, Murcia, 2023, p. 59, y Barceló López, A. “María Santísima de los Dolores” en Los Azules nº5, Murcia, 2018, p. 37

Etiquetas: arquitectura historia

Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Jorge Guillen

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