Antonio, un hombre bueno, nació en Murcia el 28 de marzo de 1943. Fue uno de los más destacados murcianos y defensor de las raíces de nuestra ciudad durante el último tercio del siglo XX.

Mucho se ha de escribir aún sobre este benemérito hijo de Murcia, sopesados que sean sus servicios sociales y filantrópicos a ella. Mucho más que una calle merece.

Don José Moñino y Redondo, primer Conde de Floridablanca, nació en Murcia el 21 de Octubre de 1728 y, a los tres días, fue bautizado en la Iglesia de San Bartolomé. Fueron sus padres D. José Moñino y Dª Francisca Redondo, de familias hidalgas, aunque de mediano pasar. Tuvo cuatro hermanos: dos varones (Francisco y Fulgencio) y dos hembras (Manuel y Florentina).

Francisco Salzillo Alcaraz nació en Murcia el 12 de mayo de 1707. Hijo de Isabel Alcaraz y Nicolás Salzillo, que fue un escultor italiano afincado en Murcia procedente de la ciudad italiana de Capua. Francisco Salziillo cursó sus estudios entre diversas órdenes religiosas establecidas en la ciudad. Además de aquella educación que recibió de Jesuitas y Dominicos, fue creciendo entre las herramientas del taller de su padre. Sus primeros conocimientos de pintura los recibió de parte del religioso Manuel Cuenca. Muy joven, tiene que hacerse cargo del taller escultórico de su padre a la muerte de éste en 1727, cuando Francisco contaba con tan sólo veinte años.

Es nuestro deseo dedicar estos breves apuntes para honrar y refrescar la memoria, la nuestra y la de nuestros paisanos (y políticos), a un hombre que consagró su intensa vida entre la ciencia, el arte, la poesía, la religión, la historia, y en todos y cada uno estos ámbitos, no solo logró destacar, sino que además estampó su amor desmedido por la ciudad de Murcia, la árabe y la cristiana. Un ilustre y ejemplar murciano, de adopción, porque en su haber queda, que fue Madrid la ciudad que le vio nacer el 12 de marzo de 1830.

[…] es porque mi sangre es sangre
de humilde estirpe huertana,
es porque en mi ser palpita,
porque te llevo en el alma,
y porque contigo evoco
ecos de edades pasadas,
y se recrea mi espíritu
con esa música grata,
que nace de tus acentos
y brota de tus palabras…

En la Ermita de Patiño, en pleno corazón de la huerta, nació en septiembre de 1845 un hombre bondadoso, que destacó por su amor a Murcia y su entrega por los más desfavorecidos: el ilustre poeta, escritor y periodista D. José Martínez Tornel.

En 1891, víspera de la Nochebuena, en el seno de una familia humilde y huertana de la “Senda de Graná” junto a Espinardo, vino al mundo Pepe Planes Peñalver, nuestro gran escultor del siglo XX.Rodeado de enseres huertanos entre limoneros y naranjos, con sus pequeñas manos aprendió a modelar, de manera autodidacta, ese barro fértil regado por hijuelas, brazales y regaderas.

En el seno de una familia de hortelanos, en Aljucer, una pequeña localidad enclavada en el corazón de la Huerta de Murcia, nace el once de abril de 1908 un artista de sobresaliente talento, Juan González Moreno. Allí vivió una parte de su infancia, hasta que en 1915, su familia se traslada a Algezares.

Aunque en Murcia continue siendo un artista poco reconocido, este célebre pintor murciano, enmarcado en un incipiente barroco naturalista, es considerado como uno de los más grandes de la pintura española de su época. Fue apodado como el “Bassano español”, por la influencia que ejercieron sobre su obra aquella familia de artistas manieristas del cinquecento italiano, y destacó especialmente por la realización de temas sobre el Antiguo Testamento. 

Uno de los murcianos ilustres que con más empeño contribuyó al progreso, engrandecimiento y exhaltación, no solo de la ciudad de Murcia y su huerta, sino de toda la región murciana, fue, sin duda, don Pedro Jara Carrillo.

Hijo de D. Pedro María Sánchez y de Doña Ramona Madrigal, nació en Murcia el 22 de septiembre de 1844. Cursó sus primeros estudios en la capital murciana y sintiéndose atraído por el mundo de los minerales decidió llegar a ser Ingeniero de Minas.

Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Jorge Guillen

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