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Los Reyes Católicos en la solemne procesión del Corpus Christi: Murcia, año de 1488

Debió ser aquella una de las procesiones de más enjundia de cuantas se han realizado en la ciudad de Murcia. Convergen, por un lado, la trascendencia de la denominada “procesión de procesiones”, la de la festividad del Corpus Christi, por otro, unas circunstancias históricas relacionadas tanto con la estancia en Murcia de los reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, como de los acontecimientos de la Guerra de Granada que entonces se estaba gestando.

La festividad del Corpus Christi tiene sus inicios bajo el pontificado del papa Urbano IV, con la bula Transiturus de Hoc Mundo, firmada en Orvieto, el día 11 de agosto de 1264.

[…] es preciso cumplir este deber con el admirable sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo, que es gloria y corona de todos los Santos, para que resplandezca en una festividad y solemnidad especiales y para que lo que quizá se descuidó en las demás celebraciones de la misa, en lo que se refiere a solemnidad, se supla con devota diligencia…

Será durante el mandato de Clemente V, en el Concilio de Viena de 1311, cuando se decreta su festividad en el orbe cristiano. Durante el siglo XIV, ante una sociedad fuertemente sacralizada y propensa a las demostraciones públicas de carácter multitudinario, la solemnidad del Corpus Christi sería acogida con verdadero entusiasmo, alcanzando la procesión tal auge hasta corresponder con la manifestación más espléndida de la cristiandad.

Centrándonos en el acontecimiento que nos ocupa, existen diversas fuentes y documentos que nos revelan la estancia de los monarcas de Castilla y Aragón en la primavera murciana de aquel año. Entre los legajos del Archivo Municipal de Murcia se encuentra la misiva firmada por los monarcas desde Valencia, donde el rey de Aragón cumplía con su compromiso de asistencia a Cortes[1]. En dicha carta anuncian al concejo de Murcia la llegada de los aposentadores Juan Guzmán y Luis de Aguirre, para que la ciudad prepare el alojamiento de los oficiales, príncipe, infantes, cardenal de España y otras personas de la corte que han de acudir a la ciudad de Murcia[2].

Ante aquel trascendente anuncio, el concejo se ocupó de atender el obligado protocolo, las fiestas públicas para exteriorizar el júbilo de la población, y la preparación de las estancias reales. Unos días después llegaría a Murcia el séquito real. El Concejo se volcó en el recibimiento de los reyes, haciéndole obsequio de numerosos presentes. La estancia en la ciudad iba a ser larga[3]. Murcia sería tomada como cuartel general donde se prepararía la campaña de 1488 contra la frontera oriental del reino de Granada[4]. Tres edificios hubieron de ser preparados convenientemente para el alojamiento de los reyes y sus acompañantes: la casa del Obispo, el palacio del Adelantado, y la Casa de la Corte. Por la proximidad entre el palacio del Adelantado, ubicado donde hoy se encuentra el palacio Episcopal, y la casa del Obispo, situada en frente, quedarían ambas edificaciones comunicadas de manera temporal mientras durara la estancia de los reyes, construyéndose para tal fin un andamiaje de madera[5]. Era en aquellos años obispo de Cartagena don Rodrigo de Borja (1480-1492), quien fuera después ordenado Cardenal de la Santa Iglesia de Roma, y elegido Sumo Pontífice en 1492, tomando el nombre de Alejandro VI[6].

Era ya habitual durante el siglo XV en Murcia preparar la festividad del Corpus Christi con cierta antelación. Aquel año de 1488, cobraría una especial relevancia con la presencia de los reyes en la ciudad. Aunque, la organización de la procesión siempre correspondía (y corresponde) al Cabildo de la Catedral, participaban también en los gastos de la celebración tanto el concejo, como los distintos gremios o cofradías. A veces, para sufragar los gastos, era necesario aplicar un tributo especial. Además, para la motivación de la población se disponían una serie de elementos que contribuían a la magnificencia del acontecimiento. Se disponían colgaduras en calles y plazas del recorrido, se erigían tribunas para las autoridades y espectadores. Se construían altares, y anticipadamente se celebraban cabalgatas, pregones y corridas de toros, incluso en ocasiones, después de la celebración de la festividad del Corpus, las fiestas se podían extender hasta el domingo siguiente.

Para un mayor ornato de aquella procesión de 1488, los reyes encargaron un frontal de tres alturas para ser colgado en la catedral, decorado con bordados y abundante imaginería[7]. Durante su estancia en Murcia, también hicieron gala los monarcas de su devoción cristiana, visitando a menudo la imagen de nuestra Señora de la Claustra[8]. Era entonces la festividad del Corpus la más importante del calendario. La solemne procesión discurría por las calles de Murcia sin un itinerario fijo. En el recorrido, se solían alternar las calles cada año, con excepción de Trapería, tomada de alguna forma como la carrera oficial de la procesión. Era esa céntrica calle donde la solemne procesión era contemplada por numeroso público y las distintas autoridades. Es allí donde se erigen tribunas especiales para tal fin. Además, en el siglo XV ya existía la costumbre de cubrir con toldos en esa señalada fecha la calle Trapería para paliar el calor[9].

El día 5 de junio de 1488 tuvo lugar la solemne procesión del Cuerpo de Dios con la presencia en Murcia de los Reyes Católicos. Aunque no encontramos ninguna crónica directa de cómo fue la composición de aquel cortejo, sí existen autores como Rubio García, Torres Fontes o Chacón Jiménez, que relatan numerosos detalles de la disposición, estructura y liturgia que caracterizaba a dicha procesión a finales del siglo XV. 

El cortejo debió ser encabezado por un grupo de atabales y menestriles anunciando a la población de la proximidad de la procesión. Los menestriles estaban asociados a los grupos de juglares de época medieval, en concreto eran instrumentos musicales de viento como chirimías, baxones, sacabuches o bombardas, y los atabales instrumentos de percusión que habitualmente eran transportados a lomo de caballos[10]. Tras ellos, figurando en primerísima posición, la cruz de la iglesia mayor. Detrás el pendón de la ciudad, que aquel mismo año se confeccionó de nuevo para tan solemne ocasión por el deterioro que presentaba el anterior[11]. El pendón de la ciudad debía ser portado por el alférez, o en su defecto, el jurado más antiguo, siendo escoltado en el cortejo por el resto de los jurados. A continuación, el Santísimo Sacramento bajo palio, con el corregidor o su lugarteniente y el obispo de Cartagena, junto a una representación del clero, secular y regular. El Santísimo Sacramento era portado en andas, el cual quedaba instalado en un tabernáculo excelsamente adornado con un lienzo azul de seda brocado que el Concejo había comprado por 4.000 maravedís en el año 1461[12]. Ante la presencia del Santísimo existían dictadas unas ordenanzas de época de Juan II de Castilla al convivir gentes de tres religiones distintas: “todo cristiano que se topare en la calle con el Santísimo viene obligado a la oportuna reverencia, arrodillándose y sin tener en cuenta el polvo o el lodo del suelo, y acompañarlo luego a la Iglesia de donde había salido, caso contrario se le multaría con 60 maravedís”.

Después del Santísimo figuraba el pendón real, habitualmente portado por los regidores. Tras ellos las banderas o estandartes de los distintos gremios o cofradías. Contribuían a la brillantez de la procesión la riqueza de las telas de terciopelo y los bordados dorados del palio, así como el acompañamiento de porteros y maceros y los distintos estandartes gremiales. Formaban parte del cortejo la representación, con sus hábitos de costumbre, de todas las órdenes religiosas y congregaciones establecidas en la ciudad, así como grupos de juglares contratados para la ocasión.

Como parte de la celebración del Corpus Christi figuraban las representaciones teatrales conocidas como “entremeses o misterios”, cuyo encargo bien corría a cuenta del propio Cabildo, o de las órdenes religiosas, gremios, o incluso del mismo Concejo. Estas representaciones eran uno de los elementos que mayor entusiasmo provocaban en quienes presenciaban la procesión. Se trataba de la interpretación de escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, todas ellas en relación con el Misterio del Corpus. Era habitual la representación, entre otros, de El Paraiso, Los Santos Padres, La Desenclavación, La Salutación, etc. No cabe duda de que estos misterios son un claro precedente de los pasos procesionales que las cofradías pasionarias, tras los preceptos emanados del Concilio de Trento, ejecutarían más tarde para sus desfiles procesionales. Hasta el año de 1482, la representación de estos misterios había formado parte de la procesión del Corpus. Se realizaban mediante el transporte de unos carros, donde figuraban los actores, que hacían de escenario para la interpretación de los distintos actos. Desde aquel año, el Cabildo expone la queja de que la representación de aquellas escenas provocaba entre el público cierto desorden, considerándolo irreverente ante la presencia del Santísimo. Acordaron entonces que la interpretación de las escenas sagradas solo tuviera lugar toda vez que la procesión del Corpus Christi ya hubiera finalizado.

Una vez finalizada la solemne procesión del Corpus, era tradicional la disposición de un banquete para los regidores y autoridades. Aquel año de 1488, ante la presencia de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, fueron los anfitriones del banquete los Adelantados don Juan Chacón y doña Luisa Fajardo[13]. Los platos principales del ágape estuvieron compuestos de carne de ciervo y francolines, traídos expresamente por el regidor del Concejo de Lorca, Martín Fernández Fajardo.

Al día siguiente, el 6 de junio de 1488 todos volvían a su realidad. La del rey Fernando sería la actividad militar en la conquista de Granada. Partiría de Murcia camino de Lorca a la conquista de Vera, aún de dominio musulmán. Desde allí le acompañaron el Adelantado Juan Chacón con 380 lanzas y 2.500 hombres a pie, don Rodrigo Cárdenas con 650 lanzas y 3.000 peones, el Maestre de la Orden de Santiago con 250 lanzas y 650 peones, y así hasta completar un ejército con el que entró a la ciudad de Vera el martes 10 de junio de 1488[14]. Según las crónicas, la reina Isabel aún permanecería en la ciudad de Murcia, hasta finales del mes de julio.

Sea como fuere, en el acontecer de aquella histórica procesión del Cuerpo de Dios, y ante la presencia de los Reyes Católicos, quedaron puestas, no solo las ilusiones de todos los estamentos de la ciudad de Murcia, también las de aquellos ciudadanos cuya vida estaba marcada por la doctrina católica mediante la instrucción de los distintos sacramentos.

   


[1] En el reino de Aragón, a diferencia de Castilla, aunque la convocatoria a Cortes era prerrogativa real, el monarca no podía legislar sin ellas, ni establecer impuestos sin su consentimiento. Además, entre las convocatorias se establecía una Diputación del Reino, para supervisar el cumplimiento de las leyes.

[2] A. M. M. Carta misiva de los Reyes Católicos al concejo de Murcia, ordenando preparar el alojamiento para la corte [Leg. 4272, n. 56]

[3] A pesar de cierta controversia con las fechas, Torres Fontes y Bellot dan la estancia de los Reyes Católicos en Murcia desde el 26 de abril hasta el 28 de julio de 1488.

[4] La guerra contra el reino de Granada se extendió durante un periodo de diez años en campañas activas que solían alargarse entre las estaciones de primavera y otoño.

[5] TORRES FONTES, J. 1960, Mvrgetana nº 14. Estampas de la vida en Murcia en el reinado de los Reyes Católicos. Murcia,

[6] DÍAZ CASSOU, P. 1895, Serie de los Obispos de Cartagena. Sus Hechos y su Tiempo. Madrid, pág. 63

[7] CASCALES, F. 1614, Discursos Históricos de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Murcia. Capítulo VI, pág. 288. Madrid.

[8] El Licenciado Cascales describe que los Reyes Católicos se hicieron retratar en dicho retablo “el rey Don Fernando a la mano derecha de la Virgen y la reina doña Isabel a la izquierda”.

[9] RUBIO GARCÍA, L. 1987, La procesión del Corpus en el siglo XV en Murcia. Murcia,

[10]ASTRUEL MORENO, S. 2005, Los ministriles altos en la corte de los Austrias mayores. Cuadernos de Investigación Histórica.

[11] A. M. M. Capt. 1487-88, fol. 113 (sábado 5 de abril de 1488)

[12] RUBIO GARCÍA, op-cit, 1987, pág. 57

[13] Tres años después, don Juan Chacón obtendría el permiso real para el comienzo de las obras de la célebre Capilla de los Vélez de la Catedral de Murcia. En el texto que circunda la cúpula de la capilla se lee los siguiente: “Esta obra mandó hacer el muy magnífico señor don Juan Chacón, Adelantado de Murcia, Señor de Cartagena. Acabóla su hijo don Pedro Fajardo, Marqués de Vélez”.

[14] GUIRAO LÓPEZ, J. 1969, Mvrgetana nº 30. Fernando el Católico inició su campaña de 1488, saliendo desde Murcia hacia Lorca, el 6 de junio de dicho año. Murcia

 

Etiquetas: historia

Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Jorge Guillen

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