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Carta

[…] Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Murcia tiene elementos de Naturaleza y elementos de Historia Urbana que le dan un encanto muy visible. La dulzura del clima, la claridad en el aire y en los muros, muchas iglesias y torres, muchos escudos y caserones antiguos, en tonos calientes, sepias, ocres, canelas, según las horas. Plazas con hechizo becqueriano, apacibles, silenciosas. Grandes paredes con ladrillos soleados que dan a la ciudad una gran unidad. Hay palmeras, magnolios, grandes árboles, hay jardincillos. Hay un malecón estupendo y el campo inmediato y los montes grises y abruptos muy cerca. Y en medio, la torre de la Catedral –que ahora la estoy viendo- ornada, graciosa, entre la ligereza y la robustez y de un color admirable. Y tartanitas, aldeanos. Y cafés, casinos. Y señores en perpetua tertulia. Y la gente afable y acogedora.”

Jorge Guillén. 1926.
 
Así describía el poeta y escritor la ciudad de Murcia en una carta dirigida a su esposa, cuando aquel año de 1926, tomó posesión de la Cátedra de Lengua y Literatura de la Universidad de Murcia.  

Etiquetas: literatura

Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Jorge Guillen

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