Desde un principio, existió una manifiesta intención en los canónigos de la diócesis de construir una torre más que sobresaliente en la Catedral de Murcia, como así consta en los escritos dirigidos a Mateo Lang, obispo de Cartagena desde 1512 a 1540. La culminación de la obra a finales del siglo XVIII, se traduce en una imponente presencia de La Torre que desde entonces invade toda la ciudad y la huerta, y además, rubrica el hecho de que consiguieron aquel objetivo marcado.
La puerta norte de la Catedral de Murcia recibe tres nombres diferentes. De San Fulgencio por el busto del patrón de la Diócesis que hay en el cuerpo superior de la portada, de La Cruz por la que preside la plaza y de Las Cadenas por las que la bordean. Es curioso el caso de esta plaza y el origen de las cadenas. Para empezar, son realmente dos plazas distintas y ninguna se llama “de la Cruz” como popularmente la llamamos los murcianos. De un lado está la parte con la cruz y las cadenas, que es de propiedad municipal y que se llama Plaza Hernández Amores, y de otro el espacio alargado que va desde la Puerta de la Cruz a la entrada a Trapería, que se llama "Atrio de la Catedral" y cuya titularidad pertenece al Cabildo.
Para empezar deberíamos hacer un breve apunte y establecer las diferencias entre fachada y portada: llamamos fachada a toda la cara exterior de un edificio (por ejemplo el imafronte) y portada al conjunto de los elementos arquitectónicos y decorativos que conforman la puerta.
La Catedral de Murcia, quizá desde que la mezquita Aljama fuera cristianizada en el siglo XIII, es el mayor templo de la Diócesis de Cartagena. Cuando se replanteó su construcción de nueva planta a finales del siglo XIV, su alzado se realizó bajo preceptos góticos, alargándose las obras de construcción durante todo un siglo, hasta que las nuevas influencias renacentistas viajaron por Europa para llegar a Murcia, cuando se inician las obras de la gran Torre. Algunos añadidos posteriores y la construcción del actual Imafronte, que sustituyó al anterior en estado ruinoso debido a las constantes inundaciones, se completaron ya con un lenguaje barroco. De esta variedad de estilos constructivos, complementados con los distintos programas decorativos empleados en la ejecución de algunas capillas bajo el patronazgo de la aristocracia murciana de la época, heredamos una gran riqueza artística inserta en los siete siglos de historia de nuestro gran templo.
Templum es, por tanto, el título de esta exposición de veinticinco fotografías con la que pretendemos divulgar esa diversidad monumental y decorativa que la Catedral de Murcia posee, alejándonos de una contemplación global o panorámica, para quedar centrados solo en la búsqueda de lo concreto, de pequeños detalles que tantas veces pasan desapercibidos. Lo hacemos, además, con una doble intención: la de admirar el arte bajo los encuadres de quien esto escribe, y a la vez, manifestar el deterioro que en algunas de estas obras se percibe. Quizá, aún no sea tarde para recuperar el esplendor que merecen.
Estas veinticinco fotografías serán publicadas una a una de manera progresiva, cada día y desde nuestros perfiles en las distintas redes sociales y en la página web lovingmurcia.com, hasta completar la exposición el próximo día 25 de julio. Buscamos así vuestra complicidad en este reto divulgativo, la acción de quienes defienden el arte, y por supuesto, de los que aman a Murcia.