La Caridad de Santa Catalina
Es habitual en Murcia identificar a las distintas cofradías, o sus procesiones de Semana Santa, a través de su correspondiente sede canóniga, así, la Cofradía del Perdón siempre ha sido la de San Antolín, como la procesión de los coloraos es la del Carmen, por poner solo dos ejemplos. La Cofradía de la Caridad, como rezan sus constituciones, está vinculada al Templo de la Reparación de Santa Catalina que, dejando al margen la trascendencia parroquial, tanto la iglesia como su entorno forman parte intrínseca de la historia de la ciudad de Murcia. De esta forma, la cofradía de las túnicas color corinto es, por tanto, la procesión de Santa Catalina.
Hablar de Santa Catalina, bien de su parroquia o de la emblemática plaza que lleva su nombre, es hacerlo de uno de los lugares más reconocidos de la Murcia contemporánea. Hoy, el entorno, forma parte de ese centro de carácter turístico identificado por su relación con la excelente gastronomía murciana. Pero Santa Catalina ha sido mucho más que eso en la estructura histórica de Murcia desde su fundación. A través de distintos documentos o libros relacionados con la historia de nuestra ciudad existen pruebas de ello. Si bien es cierto, la Iglesia de Santa Catalina no ha adquirido trascendencia en el ámbito de la Semana Santa de Murcia hasta la fundación, hace veintiséis años, de la Muy Ilustre y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo de la Caridad. Tan solo podemos mencionar al respecto, que la iglesia de Santa Catalina fue sede de varios Cabildos en los años de 1735/36 de otra ilustre Cofradía murciana, la de Nuestro Padre Jesús, que debió buscar alojo para la celebración de sus juntas de hermanos, con motivo del pleito que mantuvo durante aquel periodo con los frailes agustinos.
Aunque la Iglesia de Santa Catalina si que tuvo adscrita una Cofradía del Santísimo Sacramento, la cual llegó a tener cierta importancia en el tiempo en el que la celebración de la festividad del Corpus Christi fue mucho más que un acto religioso, cuando llegó a ser una fiesta de carácter institucional y popular, ampliamente participativa. Esta Cofradía del Santísimo Sacramento de la Iglesia de Santa Catalina logró integrar entre sus miembros a un ilustre murciano y feligrés de esta parroquia, en la que adquirió el Sacramento del Bautismo el 12 de mayo de 1707: Francisco Salzillo Alcaráz, el cual llegó a inscribir su nombre entre los miembros de la dicha cofradía el 16 de enero de 1728.
Santa Catalina, la plaza, existe desde que Murcia adquiere el rango de ciudad, estructurada aún bajo una morfología típicamente musulmana, además de amurallada bajo carácter defensivo. Aquella plazuela formaba parte del eje que vertebraba la ciudad desde sus puertas de acceso a norte y sur. Tras la toma de Murcia por las tropas cristianas encabezadas por Jaime I en 1266, consagrada como Catedral la Mezquita Mayor, y así lo ha considerado la historiografía de manera unánime, lo mismo debió suceder con las seis iglesias parroquiales de Murcia situadas intramuros, cuya existencia conocemos ya en una fecha tan temprana como 1268: San Pedro, Santa Catalina, Santa Eulalia, San Nicolás, San Bartolomé y San Lorenzo. Así, una vez cristianizada la ciudad, aquel lugar sería utilizado para ciertos menesteres comerciales como la venta de pescados y carnes, y sobre todo para la actividad de mayor auge de la población: la seda.
De aquella reducida plazuela existen algunas referencias de varias reformas urbanas que le otorgaron un mayor ensanche durante lo siglo XV, aunque la de más trascendencia sería la iniciada en 1583 cuando se proyectó la construcción del nuevo y magnífico edificio del Contraste de la Seda. el cual presidió la Plaza de Santa Catalina hasta 1931, año en el que, lamentablemente, fue derribado.
Protagonista y testigo de numeroros actos históricos es la Torre de la Iglesia de Santa Catalina. Además, su altura le permitió ser lugar de vigilancia cuando la ciudad era amenazada por las tropas enemigas. En 1572 se procedió a una reforma integral de la misma llevada a cabo por Miguel Gutiérrez en la que fue dotada del único reloj de carácter público en aquellos años en Murcia. La campana de la torre también tuvo su protagonismo, al respecto, reseña Díaz Cassou en su obra “La Cuaresma y la Semana Santa en Murcia” lo siguiente: “El toque de queda, desde el que, y hasta el alba, nadie podía salir a la calle, si no acreditaba que iba en busca de la comadrona, el médico o el Santo Óleo, sonó por primera vez en Murcia, en la noche del 24 de abril de 1684; se daba por la campana municipal o del relóx, en la torre de Santa Catalina, de 9 a 10 en invierno y de 10 a 11 en verano.”
Numerosos ejemplos podemos encontrar en las distintas crónicas históricas de nuestra ciudad del carácter que Santa Catalina tuvo, y porqué fue considerada como la Plaza Mayor de Murcia. Sirvió de escenario para la celebración de numerosos actos, entre otros, de comedias, corridas de toros y Autos de Fe. Aunque, sin duda, uno de los actos más trascendentes vividos en Santa Catalina tendría como protagonista una histórica procesión. El 2 de enero de 1594, llegaron a Murcia las reliquias de San Fulgencio y Santa Florentina tras la mediación que para tal fin tuvo el obispo Sancho Dávila. Por la puerta del Azoque, bajo un arco triunfal de arquitectura efímera preparado para la ocasión, entraron las reliquias de los dos santos de Cartagena escoltadas por las fuerzas de Tercios y conducidas por el guardián del convento de San Francisco, fray Diego de Arce. En la solemnísima procesión participaron todas la ordenes religiosas de la ciudad, y estaban también representados los gremios de oficios y los distintos estamentos y autoridades. Así desfilaría la procesión hasta llegar a la plaza de Santa Catalina, la cual lucía hermosamente engalanada y en la que se habían construido distintas tribunas para albergar al jubiloso público murciano. Allí tuvo lugar una rigurosa ceremonia oficiada por el propio obispo, antes de partir la comitiva hasta la Santa Iglesia Catedral a través de un itinerario provisto de adornos florales y altares en honor a las reliquias.
A finales del siglo XVIII, cuando se dieron por concluidas las obras de la plaza del Cardenal Belluga y de la Torre de la Catedral, tanto la plaza de Santa Catalina como el protagonismo de la Torre de la Iglesia y el de su campana pasarían paulatinamente a un segundo plano. La plaza poco a poco dejó de ser el corazón de Murcia. Además, un fuerte seísmo ocurrido en 1828 afectó gravemente a la estructura de la Torre, y el reloj tuvo que ser trasladado al Templo de San Antolín en donde se instaló.
En la actualidad, en dos sábados muy concretos y señalados de la Semana Santa de Murcia, Santa Catalina vuelve a ser la plaza más importante de la ciudad cuando centenares de nazarenos, ataviados con túnicas corinto o negro –dependiendo de la fecha–, invaden las calles para mostrar al pueblo de Murcia la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. De esta manera, cada año, esa histórica plaza de Murcia es tomada por una joven cofradía que lleva por nombre el fin principal de todo buen cristiano Así, desde hace poco más de un cuarto de siglo, Santa Catalina es, y será, de la Caridad.
BIBLIOGRAFÍA
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