La Plaza de las Flores

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Que Murcia no es una ciudad cualquiera podría afirmarlo toda aquel que bien la conoce. Hablamos, sin duda, de una ciudad con vida propia. Esa vida que le trasmiten sus gentes, las mismas que desbordan sus murcianas calles como si de verdaderas arterias se tratara. Aunque no pretendemos hablar de anatomía, bien podríamos decir que hablamos de un corazón, o mejor dicho, de uno de los corazones de la ciudad de Murcia: la Plaza de las Flores.

Debemos remontarnos al siglo XVII, para saber que a esta plaza se la conocía con el nombre de Plaza de las Carnicerías, merced a un edificio que existió para la venta de productos que el mismo nombre de la edificación ya delata. Más que probable, podemos situar que, el origen de la venta de carne en dicho lugar sea el mismo que desde entonces titula la famosa “Calle de las Mulas” (Calle Ruipérez según el callejero oficial), el tradicional mercado que cada jueves se celebraba desde la época medieval por aquellas angostas calles adyacentes.
Un detalle a destacar y que no debemos dejar de pasar por alto en la historia de esta singular plaza murciana es que estuvo presidida durante cuatro siglos por la "Puerta de Poniente" de aquél majestuoso edificio conocido como El Contraste de la Seda. Esto fue así, hasta que de manera fraticida aquel emblemático edificio le fue arrebatado al pueblo de Murcia.

A finales del siglo XIX, se llevaron a cabo nuevas construcciones en los edificios circundantes de la plaza. En los primeros años del siglo XX, tras una nueva modificación de este señero lugar, el Consistorio aprovechó para realizar un cambió de nombre, y pasó a ser conocida, al menos de manera oficial, como Plaza de Pedro Díaz Cassou, en honor del ilustre escritor murciano. En el año 1918, siendo alcalde de la ciudad D. Tomás Palazón, varios floricultores murcianos entre los que se encontraban D. José Gonsálvez, propietario de los “Huertos del Conde”, D. Carmelo Barba, que lo era del “Huerto de San José”, así como D. Francisco Asensio, dueño de “El Botánico” y del “Huerto de los Cipreses”, proyectaron crear en dicha plaza un pequeño mercado de venta de flores. La idea era facilitar a los compradores de flores el incómodo desplazamiento que suponía ir a los huertos que se encontraban en las afueras de la capital. Hay que apuntar que en la misma plaza, por aquel entonces, ya se encontraba instalada vendiendo flores doña Dolores Pina, a la que se fueron uniendo paulatinamente otros vendedores como doña Eugenia Ruiz, doña Antonia “La Pintara”, don Fernando Ríos Pina, hijo de doña Dolores Pina y conocido por el nombre de “Floristería Fernando”, y algún que otro vendedor. Además de estos conocidos floristas, cada año y coincidiendo con la fecha del 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, otros vendedores ambulantes pueblan la Plaza de las Flores, que con un despliegue de sus floridos productos, hacen honor y gala al nombre de este emblemático rincón de Murcia.

Al margen de esa entrañable y celebrada festividad, durante el resto del año, la Plaza de las Flores se convierte en uno de esos rincones que el visitante de la ciudad no debe omitir, bajo ningún concepto, en su paseo para conocer Murcia. En esta plaza y en sus aledañas calles, podremos encontrar algunos de los bares más típicos para degustar, por ejemplo, una sabrosa “marinera”, la cual marida a la perfección con una refrescante caña de cerveza. Como confluencia gastronómica, podemos apuntar, que se encuentra en la misma Plaza de las Flores, la legendaria Pastelería Bonache, que desde el año 1828 lleva elaborando de manera artesanal otro manjar que identifica a esta ciudad de Murcia: el pastel de carne.

Etiquetas: historia rincones de Murcia gastronomía

Murcia me gusta. Ciudad clara de colores calientes, de piedras tostadas, color de cacahuete tostado. Y notas deliciosas de luz, las calles estrechas y sin aceras, las “veredicas del cielo”, las tiendas de los artesanos, el esparto y la cuerda. Y ahora en el crepúsculo, una luz maravillosa.

Jorge Guillen

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