El Hospital de San Juan de Dios
Nos encontramos ante otro de esos edificios que durante varios siglos existieron en la ciudad de Murcia. Situado sobre el mismo lugar que en la Murcia musulmana ocupó el Alcázar Nasir. Allí mismo, tras la conquista cristiana, Alfonso X el Sabio concedió a los Templarios una de sus moradas; aquel mismo enclave de la primera iglesia cristiana de la ciudad, nominada con la advocación de Nuestra Señora de Gracia.
Para hablar de los orígenes de un Hospital general en la ciudad de Murcia, debemos remontarnos a 1525, año en que se decidió la construcción de un gran edificio que reuniera las condiciones necesarias para dotar a la ciudad de un lugar adecuado para el tratamiento de los enfermos. Para ello, se acordó adoptar el modelo que durante el siglo XVI imperó tanto en suelo español como en el resto de Europa: la fusión de hospitales.
El 8 de enero de 1527, el Cabildo municipal llega a un acuerdo para unir en uno solo a tres hospitalillos que existían entonces en Murcia: el de San Julián, San Salvador, y el Maestre Escuela. En una difícil tarea nos hallamos si tratamos de datar la fecha de construcción de dicho hospital. No se conservan documentos ni planos de forma directa, aunque José J. García Hourcade, en su libro “Beneficencia y Sanidad en el siglo XVIII”, la sitúa entre los años 1550 y 1570. Por las diferentes y continuas reformas posteriores que con el transcurso de los años sufrió el inmueble, se deduce la escasez de medios materiales y económicos con que contó la obra de aquel emblemático edificio. No hubo una fábrica original para la construcción del hospital, según se observa en investigaciones posteriores, sino que aprovecharon parte de la estructura del Alcázar Nasir.
En 1613 aparecen en Murcia los hermanos de la Orden de San Juan de Dios, empeñados en promulgar y dar continuidad al buen espíritu caritativo que unas décadas antes, en Granada, implantara Juan Ciudad. Con el hermano Fray Pablo de Acosta a la cabeza, se establecieron en otro de los enclaves Templarios que en Murcia existieron, haciéndose cargo del hospital de convalecientes y el Convento de Nuestra Señora del Buen Suceso, situado junto a la iglesia de Santa Catalina. Solo cuatro años después, en 1617, los hermanos de San Juan de Dios solicitan al obispo D. Alonso Márquez de Prado, la administración y el cuidado de los enfermos del hospital general. La escritura de dicho acuerdo se otorgó el 23 de abril de 1617, produciéndose de esta manera la fusión del Hospital General con el del Buen Suceso, de aquí proviene el nombre definitivo de Hospital de Nuestra Señora de Gracia y Buen Suceso. En dicha escritura, entre otras cosas, figuraba reflejado que el patronazgo del hospital seguía reservado para los cabildos eclesiástico y secular, que las cuentas de rentas y limosnas sería controladas una vez al mes, y que también se entregaba la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia en las mismas condiciones que el hospital.
El patronato mixto, según puede deducirse de los registros encontrados sobre el control de cuentas, no llegó a ser de la eficiencia necesaria. Durante los primeros años, y gracias a la figura del obispo D. Antonio Muñoz Trejo, se ejerció la inspección de manera regular. Con el paso del tiempo, el derecho de visita y control de cuentas se relajó en exceso, hasta el punto de que en el siglo XVIII solo se tiene constancia de que se efectuó en tres ocasiones. Así pues, la funcionalidad del hospital recaía casi exclusivamente sobre los hermanos de San Juan de Dios. De estos hechos, bien podríamos deducir, que esta fuera unas de las razones por la que el nombre más popular del Hospital de Nuestra Señora de Gracia y Buen Suceso derivara en Hospital de San Juan de Dios.
Numerosas fueron las reformas que el inmueble sufrió durante sus cuatrocientos años de vida. Una de ellas fue costeada por el propio obispo Belluga, que sufragó las obras de acondicionamiento de una de las salas, además del suministro de agua del hospital. Entre los años 1752 y 1790, se produjo una de las reformas más importantes del edificio, que incluía la construcción del nuevo templo que ejecutó con maestría D. José Marín y Lamas, pero los recursos económicos fueron un grave problema, que en parte, pudieron quedar resueltos con la aportación de 48.000 reales del propio prelado D. Manuel Rubín de Celis.
Mención especial habría que hacer a las obras de ampliación de una segunda planta para el hospital, llevadas a cabo por el carácter benéfico y caritativo de los Marqueses de Aledo, que costearon por un importe de 74.493 pesetas. La segunda planta del hospital, que incluía una sala para los enfermos más graves, fue inaugurada en el mes de enero de 1921. A pesar de los esfuerzos para el mantenimiento del vetusto edificio, los avances en la medicina y los requerimientos que estos conllevan, hicieron incuestionable el proyecto de un nuevo Hospital General. De esta manera, en el año de 1953, cuatro siglos después de su construcción, dejó de existir para siempre aquel emblemático Hospital de San Juan de Dios.
Referencias bibliográficas
García Hourcade, José Jesús. “Beneficencia y sanidad en el siglo XVIII: el Hospital de San Juan de Dios”.
Martínez Hernández, Antonio. “Historia del Hospital de San Juan de Dios”.
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